En medio de este vasto océano llamado Vida, mi Alma navega a bordo de un pequeño velero de líneas azules y velas blanquecinas.
El mar se extiende inmenso ante mi silenciosa presencia; el misterio y la quietud de lo inconmensurable se definen ante mis ojos en cada nuevo amanecer. Mientras tanto, mi barco navega, navega sin rumbo definido, solamente navega…
Numerosos fueron los años en que mi mente, presa del desencanto y del temor, escudriñaba con vehemencia las enormes cartas de navegación, en su afán de hallar un resguardo apacible donde poder fondear.
Puerto Soledad, Marina Futuro, laguna de Paz, bahía Esperanza, golfo del Retiro, ensenada Seguridad y tantos otros fondeaderos donde mi infantil condición humana, presa del temor, intentaba recalar en busca de sosiego y seguridad.
Sin embargo, y pese a los malos y buenos vientos que la existencia me ha deparado en mis pasadas singladuras, continúo navegando, pero esta vez sin buscar un lugar donde reposar.
La Vida, en mi inmensa soledad, me ha enseñado que el fin de la existencia no es llegar a un puerto, sino, simplemente, navegar.
@Juan Vladimir
Abril 1997
En medio de este vasto océano llamado Vida, mi Alma navega a bordo de un pequeño velero de líneas azules y velas blanquecinas.
El mar se extiende inmenso ante mi silenciosa presencia; el misterio y la quietud de lo inconmensurable se definen ante mis ojos en cada nuevo amanecer. Mientras tanto, mi barco navega, navega sin rumbo definido, solamente navega…
Numerosos fueron los años en que mi mente, presa del desencanto y del temor, escudriñaba con vehemencia las enormes cartas de navegación, en su afán de hallar un resguardo apacible donde poder fondear.
Puerto Soledad, Marina Futuro, laguna de Paz, bahía Esperanza, golfo del Retiro, ensenada Seguridad y tantos otros fondeaderos donde mi infantil condición humana, presa del temor, intentaba recalar en busca de sosiego y seguridad.
Sin embargo, y pese a los malos y buenos vientos que la existencia me ha deparado en mis pasadas singladuras, continúo navegando, pero esta vez sin buscar un lugar donde reposar.
La Vida, en mi inmensa soledad, me ha enseñado que el fin de la existencia no es llegar a un puerto, sino, simplemente, navegar.
@Juan Vladimir
Abril 1997