Son numerosos los vocablos que afloran a mis labios cuando tengo que definir a Emma,
Por ejemplo, podría decir:
Emma, el dolor… Emma, la tristeza… Emma, el destino…
También podría decir:
Emma, la Vida… Emma, la sonrisa… Emma, la poesía… Emma, el Amor…
Pero entre todos ellos, tal vez hay uno que encierra todo lo que Emma simboliza para mí:
Emma, la esperanza… ¡Sí! La esperanza.
La esperanza que, sobreponiéndose al dolor incomprensible e inenarrable, germina en su soledad y da paso al amor y a la pasión de sobrevivir por encima de las heridas nacidas en la sinrazón y sufridas por una niña de frágiles huesos e infantil mirada.
La esperanza que transforma y purifica todo el sufrimiento padecido en un acto público, heroico, bendito, por el bien de otras niñas y niños que hayan pasado o estén viviendo el mismo infierno por el cual Emma ha transitado.
La esperanza de volver a decirle Sí a la Vida, sin rencores, sin exigencias, sin victimismo, sin pedir que el verdugo/víctima transfiera su herencia en una búsqueda insaciable de venganza.
Emma ha sufrido lo indecible, ha llorado incansablemente, y no ha entendido.
Emma ha crecido de pronto, ha madurado, se ha sentido diferente en un mundo donde los adultos no fueron adultos… y donde la infancia quedó encerrada entre gruesos barrotes de dolor.
Pero a pesar de todo, Emma sonríe, Emma ama, Emma escribe un canto a la vida detrás de su dolorosa memoria, presente en el relato de sus vivencias pasadas.
De ella conozco solo su voz, pero su voz me ilumina el rostro cuando sus palabras siembran ternura en mi alma y me siento enormemente pequeño frente a la inmensa dignidad que mana de su corazón.
Emma querida, gracias por ser quien eres, gracias por haberle dado un sentido y un valor a tu dolor, intentando que no haya sido en vano y que pueda ser útil para ayudar a otras víctimas inocentes a salir de su martirio.
Gracias por ser esperanza de tantos, por dibujar una estrella en tu presente y no una pesada cruz; gracias por tu vida, por estar presente en mi camino.
@Juan Vladimir
Julio 2003
Son numerosos los vocablos que afloran a mis labios cuando tengo que definir a Emma,
Por ejemplo, podría decir:
Emma, el dolor… Emma, la tristeza… Emma, el destino…
También podría decir:
Emma, la Vida… Emma, la sonrisa… Emma, la poesía… Emma, el Amor…
Pero entre todos ellos, tal vez hay uno que encierra todo lo que Emma simboliza para mí:
Emma, la esperanza… ¡Sí! La esperanza.
La esperanza que, sobreponiéndose al dolor incomprensible e inenarrable, germina en su soledad y da paso al amor y a la pasión de sobrevivir por encima de las heridas nacidas en la sinrazón y sufridas por una niña de frágiles huesos e infantil mirada.
La esperanza que transforma y purifica todo el sufrimiento padecido en un acto público, heroico, bendito, por el bien de otras niñas y niños que hayan pasado o estén viviendo el mismo infierno por el cual Emma ha transitado.
La esperanza de volver a decirle Sí a la Vida, sin rencores, sin exigencias, sin victimismo, sin pedir que el verdugo/víctima transfiera su herencia en una búsqueda insaciable de venganza.
Emma ha sufrido lo indecible, ha llorado incansablemente, y no ha entendido.
Emma ha crecido de pronto, ha madurado, se ha sentido diferente en un mundo donde los adultos no fueron adultos… y donde la infancia quedó encerrada entre gruesos barrotes de dolor.
Pero a pesar de todo, Emma sonríe, Emma ama, Emma escribe un canto a la vida detrás de su dolorosa memoria, presente en el relato de sus vivencias pasadas.
De ella conozco solo su voz, pero su voz me ilumina el rostro cuando sus palabras siembran ternura en mi alma y me siento enormemente pequeño frente a la inmensa dignidad que mana de su corazón.
Emma querida, gracias por ser quien eres, gracias por haberle dado un sentido y un valor a tu dolor, intentando que no haya sido en vano y que pueda ser útil para ayudar a otras víctimas inocentes a salir de su martirio.
Gracias por ser esperanza de tantos, por dibujar una estrella en tu presente y no una pesada cruz; gracias por tu vida, por estar presente en mi camino.
@Juan Vladimir
Julio 2003